jueves, 2 de abril de 2009

¡No tengáis miedo!

4 años han pasado desde que Juan Pablo II el Grande se reunió definitivamente con el Padre del Cielo. ¿Qué se puede decir de él, que no se haya dicho? El Papa Peregrino, el Papa de los Jóvenes, el Papa Deportista... Juan Pablo II no sólo fue una persona carismática que conquistaba con su personalidad jovial y juvenil... fue, por sobre todas las cosas, un Santo de Dios. Su apostolado y su misión de Vicario de Cristo en la tierra nos dejan como legado, que la santidad en estos tiempos es posible, que la santidad en estos tiempos se logra con humildad, con sencillez, con alegría, con esperanza, con perseverancia, con paciencia, pero sobretodo, la santidad se logra con la Gracia de Dios. Juan Pablo II, nos ha dejado su ejemplo de amor a la Eucaristía, de amor a la Virgen María, de amor a la Iglesia, como una herencia que no podemos rechazar. Nos ha dejado el mensaje de que con Cristo al lado, todo es posible. Su vida, impregnada de la presencia de Dios, tiene que ser mirada, no como que Dios lo predestinó a ser santo, sino que Karol Wojtyla dejó que Dios entrara en su vida plenamente. Hace cuatro años que nos dejó físicamente, y tenemos la certeza de que está en los cielos. Y aunque hayamos quedado huérfanos de su presencia, tenemos que decir, como le dijo Cristo a los apóstoles, y como él nos dijo al iniciar su pontificado: ¡No tengáis miedo! Pues Dios, y la Virgen Santísima están de nuestra parte.

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